Postrado en su cama por un ataque cardíaco, el peculiar James Lick (1796-1876) consideró construir un monumento para honrar su memoria. Contempló una monumental estatua en la costa del Pacífico, o una inmensa pirámide en San Francisco que albergara sus restos. Finalmente, se convenció de que la mejor manera de inmortalizar su memoria era construyendo un gran telescopio.
![](https://nona.ucolick.org/wp-content/uploads/2020/01/lick-internment.png)
Lick no sobrevivió para ver su monumento: el observatorio fue finalizado doce años luego de su muerte. Justo antes de su finalización, su ataúd fue trasladado desde un cementerio en San Francisco al observatorio, y fue sepultado de nuevo en la base del mayor telescopio de su época.
“Incluso el habitualmente frívolo se vuelve pensativo cuando entra en la presencia del Gran Telescopio”. – James Keeler.
![](https://nona.ucolick.org/wp-content/uploads/2020/01/the-lense-arrives.png)
Finalmente, en una helada noche de enero de 1888, el Gran Refractor de 36 pulgadas (91 cm) comenzó sus operaciones, comenzando más de un siglo de servicio a la ciencia. El telescopio es el segundo más grande del mundo (en su tipo). Actualmente no realiza investigación científica, sino que permanece educando e inspirando a miles como un monumento de una era anterior de la Astronomía.